Allí yacía un enorme dragón aureorrojizo, que dormía profundamente; de las fauces y narices le salía un ronquido, e hilachas de humo, pero los fuegos eran apenas unas brasas llameantes. Debajo del cuerpo y las patas y la larga cola enroscada, y todo alrededor, extendiéndose lejos por los suelos invisibles, había incontables pilas de preciosos objetos, oro labrado y sin labrar, gemas y joyas, y plata que la luz teñía de rojo.
Smaug yacía, con las alas plegadas como un inmenso murciélago, medio vuelto de costado, de modo que el hobbit alcanzaba a verle la parte inferior, y el vientre largo y pálido incrustado con gemas y fragmentos de oro de tanto estar acostado en ese lecho valioso.
Detrás, en las paredes más próximas, podían verse confusamente cotas de malla, y hachas, espadas, lanzas y yelmos colgados; y allí, en hileras, había grandes jarrones y vasijas, rebosantes de una riqueza inestimable.
Decir que Bilbo se quedó sin aliento no es suficiente. No hay palabras que alcancen a expresar ese asombro abrumador desde que los Hombres cambiaron el lenguaje que aprendieran de los Elfos, en los días en que el mundo entero era maravilloso. Bilbo había oído antes relatos y cantos sobre tesoros ocultos de dragones, pero el esplendor, la magnificencia, la gloria de un tesoro semejante, no había llegado nunca a imaginarlos. El encantamiento lo traspasó y le colmó el corazón, y entendió el deseo de los Enanos; y absorto e inmóvil, casi olvidando al espantoso guardián, se quedó mirando el oro, que sobrepasaba toda cuenta y medida...
Fragmento extraído de
"El hobbit",de J.R.R. Tolkien.
Por cierto, me gusta mucho este fragmento porque en él se muestra que el embelesamiento e incluso cierta codicia hacia un tesoro material no sólo puede afectar a los Enanos